PALENCIA
Actualizado 01/03/2024 11:58:35

En la ribera de los ríos Arlanza y Arlanzón, en Burgos y Palencia, se produce unos vinos de gran calidad que ganan prestigio añada tras añada

Probar un vino DO Arlanza es recibir un regalo. Porque, a veces, los grandes territorios vitivinícolas se llevan un merecido protagonismo que, sin embargo, ensombrece el elevado valor que tienen otras denominaciones. Y este es un buen ejemplo de ello. A caballo entre las provincias de Burgos y Palencia, los ríos Arlanza y Arlanzón riegan unas tierras vinculadas al vino desde la Edad Media. Un legado que el propio patrimonio popular se encarga de recordarnos, con espectaculares barrios de bodegas excavadas en la tierra (algunos de los cuales descubrimos en las próximas páginas).

El carácter familiar y artesano de los productores que elaboran sus caldos en esta denominación es uno de sus valores más singulares. Bodegas pequeñas, en el mejor sentido de la palabra, donde precisamente esa carencia de grandes medios industriales se hace virtud, porque permite trabajar de forma tradicional, sostenible y respestuosa con el medio ambiente.

Aquí la vid no se trabaja desde un tractor, sino pisando los tabones en las madrugadas frías, tocando con las yemas de los dedos esa piel dura de una uva que se protege de las heladas y el viento, a una altitud que llega a superar los mil metros en algunas cotas de los 67 núcleos de población que componen esta DO, 54 en Burgos y 13 en Palencia. Técnicas tradicionales que se han recuperado en los últimos años, tras su casi extinción en la época del gran éxodo rural, que supuso el abandono de los viñedos, que además se vieron afectados por la filoxera.

DESDE EL ENTUSIASMO

En 1995, un grupo de entusiastas del vino se ponen a trabajar para recuperar la tradición vitivinícola del Arlanza, logrando el reconocimiento por parte de la Junta de Castilla y León de la mención “Vino de la Tierra Ribera del Arlanza”, a la que siguió en 2007 la creación del Consejo Regulador, con sede en la preciosa Lerma (Burgos).

Desde entonces, ese camino ha sido recorrido por otros bodegueros emprendedores, la mayoría pequeñas empresas que buscan en la artesanía y la calidad su valor diferencial, y que potencian las características de unos vinos exquisitos marcados por un clima particular.

Suele ser la última DO en vendimiar, debido al clima continental

De hecho, una de las singularidades de esta denominación de origen es que la maduración de la uva viene retrasada con respecto a otros territorios debido a esas condiciones climatológicas, por lo que la vendimia se atrasa (incluso, hasta ser la última de todas las denominaciones en España en recoger el fruto). Y es que el clima continental de este rincón de la meseta provoca un gran contraste de temperaturas entre el día y la noche lo que beneficia a la vid. Si bien es cierto que las fuertes heladas pueden llegar a perjudicar la cosecha, también le confieren a la uva su personalidad y una calidad que todas las añadas logra la excelencia, al tiempo que diferencia a estos vinos de otros territorios de la región.

Los tintos de Arlanza se elaboran a partir de las diferentes variedades de tintas con un mínimo del 50% de la variedad Tempranillo, y con variedades autorizadas como Garnacha, Mencía, Cabernet Sauvignón, Merlot y Petit Verdot.

Sus rosados, apegados a una fuerte tradición popular, son los más versátiles y se elaboran a partir de las variedades tintas y blancas con un mínimo del 50% de Tempranillo. Por último, sus vinos blancos se elaboran con Albillo y Viura tanto en joven como sometidos a crianza, dando como resultado unos vinos muy bien aceptados en el mercado. Destaca su baja acidez y su tendencia a oxidarse en botella, por lo que se recomienda su consumo entre enero y junio.

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