Epicentro del sector tras revelarse a su casi abocada desaparición, actualmente mantiene ocho empresas y decenas de trabajadores en activo. Un municipio modelado a base de barro y orgullo estratégicamente exhibido en el Centro de Interpretación
“Oficio noble y bizarro entre todos el primero, pues en la esencia del barro Dios fue el primer alfarero y el hombre el primer cacharro”. Sirva esta popular quintilla para reflejar el tradicional papel que los alfareros han jugado en la historia de Pereruela, casi moldeada en arcilla desde sus inicios o, al menos, los documentados. Su nombre es sinónimo de cazuelas, crisoles, hornos de barro refractario; de tradición, tesón y fidelidad a sus orígenes. Pereruela es tierra de barro.
Con reminiscencias documentadas sobre su tradición alfarera desde 1410, su actividad ha sabido mantenerse -no exenta de altibajos- y conservar la esencia de tiempos pretéritos aún bajo la técnica del urdido y del carácter familiar que dictaba la clásica separación de géneros en un oficio eminentemente femenino.
Poco más de 15 kilómetros separan a Zamora de la primera parada rumbo a la comarca sayaguesa. Lugar de referencia obligada para un sector que, a día de hoy se posiciona como estratégico y que sitúa a Pereruela como un auténtico revulsivo capaz de recuperar un oficio prácticamente abocado a la desaparición para, a golpe de torno, moldear su presente y futuro.
Un oficio que tuvo su gran apogeo en la década de los 30 y 40 cuando el municipio llegó a albergar hasta 59 alfareros, para pasar a bordear el abismo en 1987 con tan sólo dos hornos y tres personas en activo. Un reto que el matrimonio formado por Afelio Garrote y Eladia Rivera emprendió con la creación de un taller artesano que ha sabido expandirse hasta emplear a día de hoy a más de una decena de trabajadores, en su mayoría mujeres.
Ya con su hija Paqui Garrote al mando, los hornos de Pereruela han dado el salto internacional. El mismo que en el siglo XIX llegó a brillar en las exposiciones universales de París y Viena y que ahora vuela a rincones tan dispares como Europa, pero también Filipinas, Japón, Emiratos Árabes, EEUU, incluso a África.
La expansión del taller llegó de la mano de Paqui que terminó coronándolo como “La fábrica” que a día de hoy recibe a los visitantes que se adentran en el corazón de Sayago a través de la carretera CL-527. Su apuesta por abandonar Salamanca y su trayectoria laboral orientada a la abogacía para regentar el negocio familiar derivó en un plus de calidad al integrar diversas mejoras como los sistemas de cocción.
La clásica mezcla de caolín y el barro bermejo o “rojo”, una combinación única que soporta temperaturas de hasta 1.200 grados, aporta el sello único y de calidad a los productos de la tierra cuyos hornos de leña se han convertido en todo un emblema que corona las cocinas de particulares y chefs de renombre por todo el globo. “No hay otro barro en el mundo que posea las propiedades y resistencia térmica y de acumulación del calor”. La alfarería de Pereruela se vende sola porque su calidad traspasa las fronteras y el potencial del marketing y de las campañas publicitarias más innovadoras.
El nombre de Pereruela se extiende así por todo el mundo con clientes fijos que cada año amplían su listado de pedidos. Con más demanda que oferta gracias a su producción limitada anclada a las exigencias de la producción artesanal, el sector alfarero tiene su futuro asegurado en esta zona al suroeste de la provincia zamorana.
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