El Monasterio de Santa Cruz de la Zarza, en Ribas de Campos, una joya del románico y el gótico rural, vuelve a ser visitable tras su larga decadencia
«Hace años, en la sala capitular se guardaba el cerdo macho, y había pacas de paja y boñigas aquí y allá». Varios hombres y mujeres, visitan, una fría mañana de octubre, el Monasterio de Santa Cruz de la Zarza, en el pequeño municipio palentino de Ribas de Campos. Son miembros de la Asociación de Amigos que ha impulsado su recuperación y recuerdan las vicisitudes que este templo premonstratense ha atravesado a lo largo de su historia, hasta su casi desaparición a finales del siglo XX. Hoy, esta pequeña joya ha sido rescatada in extremis gracias a la acción de los propios vecinos y el Ayuntamiento de Ribas de Campos y a este colectivo fundado en 2018.
El Monasterio de Santa Cruz de la Zarza es hermano de otro ejemplo de recuperación patrimonial surgida de la acción ciudadana: el Monasterio de Santa María La Real en Aguilar de Campoo. Desde el siglo IX existía en esta zona una comunidad que asimilaría la orden premonstratense en torno al 1176. «Se trata de un monasterio pequeño pero creado por algunos de los mejores maestros de la zona», explica la doctora María Teresa López de Guereño, de la Universidad Autónoma de Madrid, que ha estudiado profundamente este templo. Artesanos que nos legaron el mejor arte románico que sin duda define hoy el patrimonio palentino.
La arquitectura del templo refleja las dificultades que la comunidad atravesó para alzarlo. El resultado es una bella y armónica conjunción de arte románico y gótico rural, en cuya visita sorprenden particularmente la sala capitular o las ménsulas. «Es una iglesia de una belleza singular a la que no se le ha hecho justicia», apunta la experta. Y es que, tras la Desamortización de Mendizábal, comienza un largo declive que la lleva al borde de la extinción.
El Monasterio ha sido testigo de décadas de incertidumbre sobre su propiedad. Mientras los tribunales dirimían si la familia dueña de los terrenos también era propietaria del templo o lo era el Obispado, el paso del tiempo y los usos de la iglesia y el claustro como granja y almacén producen su paulatina destrucción. Finalmente, en 2005 el Tribunal Supremo falló a favor de la Diócesis, aunque la familia fue indemnizada. Por fin, el asunto sale de los tribunales y da paso a la acción ciudadana e institucional para evitar su completa ruina.
La colaboración de la Diputación y la Junta de Castilla y León ha posibilitado una serie de intervenciones de restauración que culminaron hace un año. En paralelo, el Ayuntamiento de Ribas de Campos logró una cesión temporal gracias a un acuerdo con la Diócesis, con la intención de destinarlo a actividades culturales. Pero este Bien de Interés Cultural sigue necesitando un rumbo claro, y es aquí donde los movimientos populares y culturales cobran especial relevancia. «Son estos movimientos los que empujan realmente a la administración a actuar. Sin ese apoyo ciudadano, se habría perdido, como muchos otros», reconoce la profesora. Gracias a ellos, hoy es posible visitar esta joya y contribuir a financiar el trabajo que queda todavía por delante.