El Ayuntamiento de Zamora ha sabido impulsar en la última legislatura una ruta de promoción turística alternativa con más de 60 murales distribuidos por todo el núcleo urbano
Zamora desde el suelo te obliga a levantar la vista. Más allá de su impresionante románico con templos que salpican y dan forma al conjunto arquitectónico; más allá del Duero y de su Semana Santa; de su muralla medieval; de su historias y leyendas al son del Romancero viejo y bajo el danzar de los gigantes y cabezudos, de las dulzainas y trajes regionales, la ciudad se ha erigido como un auténtico foco turístico capaz de traspasar toda tradición para centrarse en su faceta más moderna: la que decora las paredes y fachadas con murales de lo más dispar.
Así nace ‘Zamora Variopinta’, la ruta de murales impulsada por el Ayuntamiento de la ciudad a raíz de unos Presupuestos Participativos que apostaban por aprovechar los grandes espacios de la ciudad para potenciar el arte urbano como un valor añadido al margen de las rutas convencionales. Una iniciativa inicialmente centrada en el barrio de La Lana pero que, con el paso de los años y de los mandatos, ha cobrado unas dimensiones considerables: 66 murales –hasta el momento- invitan al visitante a recorrer todos los barrios de la ciudad.
De La Alberca a Pinilla y de La Aldehuela a San Isidro, Zamora sorprende con murales a pie de acera o que obligan a entornar los ojos hacia el cielo, concretamente hasta los 40 metros de altura. Sus creadores son en su mayoría artistas locales o bien retornados.
A través un código QR se despliega un mapa muralístico con puntos de visita que nos desplazan del casco histórico a los barrios más periféricos. Las recreaciones del Cerco de Zamora, la historia de la desaparecida Vía de la Plata se mezclan entre los numerosos homenajes a artistas y personalidades como Antonio Pedrero, Ángel Nieto, León Felipe o Delhy Tejero. Figuras tradicionales como el Merlú de La Mañana del Viernes Santo, las mascaradas de Invierno de la provincia o el filandar sanabrés constituyen una ínfima muestra que contrasta con otros diseños cuyo valor descansa en el mero placer visual y estético.
Es el caso de recreaciones como “La suelta de globos”, el colosal mural trazado en pleno centro de la ciudad y que obligó a su artista David Maker a emplearse a fondo sobre una grúa en diagonal desde el nivel del suelo hasta un décimo piso sobrevolando el colegio Sagrado Corazón de Jesús. Una obra que le ha valido colarse entre los mejores del mundo según la plataforma Street Art Cities.
Sus intervenciones son una oda a la “libre interpretación”, pero también a la añoranza de tiempos pasados como su creación dedicada a la década de los 80, entre vinilos, figuras de Playmobil y bolis BIC.
Pura recreación, pero también soporte para poner en valor el contexto histórico de una ciudad amurallada desde el siglo X que supo adaptarse a 400 años de continua expansión entre los siglos X y XIV. A día de hoy, murales como el de los gigantes de Capitonis Durii que recrean a los personajes del Cerco de Zamora –obra del toresano Carlos Adeva con motivo del 950 aniversario de este hecho histórico- son utilizados por los guías turísticos por su innegable atractivo visual.
Obras que causan sensación desde los primeros trazos y que constituyen una de las principales demandas de quienes se acercan a la Oficina de Información Turística.