Hay seis altares dedicados al Cristo de los Cofrades, a la Virgen del Rosario, a Santa Ana, a San Francisco Javier como peregrino, al Cristo de la Largueza, y al Ángel de la Guarda
La Parroquia de San Silvestre ubicada en el municipio de Villares de la Reina tiene su historia propia. Llamada por su monumentalidad como ‘la Catedral de la Armuña’, es un rincón de referencia en el municipio.
¿Cuáles son orígenes? Al inicio del siglo XIII, Alfonso IX se casó en segundas nupcias con doña Berenguela, hija de Alfonso VIII de Castilla. El principal de sus hijos fue Fernando III, el Santo, por ser el unificador de las coronas de León y Castilla. Alfonso IX donó como dote a su esposa una finca que poseía en esta zona de la Armuña.
La reina Berenguela era devota del papa San Silvestre, de ahí que la parroquia esté dedicada a él. En 1619 comenzó la construcción de la iglesia parroquial, sobre otra anterior, de 1599. Las paredes y los arcos son de piedra franca de Villamayor y dirigieron los trabajos los maestros Juan Moreno y Francisco de la Hoya.
La nave es de cruz latina, con una sola nave de medio cañón y ojivales en los dos brazos laterales de la cruz. En el centro del crucero se alza sobre los cuatro arcos una media naranja, que no se percibe desde el exterior. En la parte posterior, sobre un atrevido arco escarzano, con balaustrada de piedra, se levanta un coro de 70 metros cuadrados.
Los retablos y las pinturas son los elementos artísticos más valiosos. La bóveda del presbiterio, pintada por Domingo Nieto, es un espléndido cuadro de la Gloria terminado con las cuatro virtudes cardinales. En el centro, una representación de la Santísima Trinidad, rodeada de un coro de ángeles, y de la Virgen María.
A continuación, varias hileras de personajes: Patriarcas del Antiguo Testamento, apóstoles, doctores de la Iglesia, profetas, un coro de Confesores, y otro de vírgenes. Todo ello representa a la Iglesia Triunfante. Otras pinturas valiosas son dos frescos de San Cristóbal y de San Marcos, ambos de 1705.
Cabe destacar, que al igual que otras iglesias, se utilizó como cementerio. El suelo presenta 179 sepulturas rematadas con cintas de piedra y cubiertas de pizarras. Las tumbas fueron construidas en 1688. Al fondo de la nave, se encuentra un gran baptisterio, con una pila bautismal (siglo XIV), de estilo románico, en piedra y sin elementos decorativos de importancia. La iglesia parroquial dispone de su púlpito y tornavoz en el lateral izquierdo. Es obra de José de Churriguera, quien lo talló en 1738 y fue dorado y policromado por Gregorio Santiago.
En cuanto a los altares, hay seis laterales dedicados al Cristo de los Cofrades, a la Virgen del Rosario, a Santa Ana, a San Francisco Javier como peregrino, al Cristo de la Largueza, y al Ángel de la Guarda. El altar principal, con con columnas decoradas con hojas de parra, presenta a San Silvestre, y una Crucifixión con María y San Juan.