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San Baudelio: una joya incompleta

San Baudelio: una joya incompleta

Actualizado 13/03/2024 11:22

La Capilla Sixtina del arte Mozárabe no luce en su esplendor porque sufrió un expolio ‘legal’. La avaricia y la incomprensión hirieron a toda una provincia

Soria puede presumir de la ‘Capilla Sixtina’ del arte mozárabe. Esta “diminuta y a la vez monumental” ermita se ubica en un paraje aislado perteneciente al término municipal de Casillas de Berlanga. Desde allí, San Baudelio ha captado el interés de expertos desde que, en 1884, apareciera la primera referencia de la ermita, como edificio objeto de estudio.

En San Baudelio se siente una explosión de honda espiritualidad, pero comprender su fusión de estilos y elementos no es tarea sencilla. Tener la fortuna de descifrarla junto a Marian Arlegui, directora del Museo Numantino, es más que un placer; todo un honor.

Un “Unicum”

Marian Arlegui describe el papel de San Baudelio dentro de la historia del arte: “Es un unicum, no existe en el Románico europeo ninguna otra iglesia que haya conservado una mezcla tan interesante de aspectos orientales y occidentales del cristianismo”. Destaca la “sorpresa” ante una iglesia, humilde en su apariencia, pero con una excelsa riqueza interior, tanto decorativa como arquitectónica.

Pura “emoción estética” que se complementa con la “honda religiosidad” que emana del lugar. “Hay que imaginar un majestuoso robledal, con dos manantiales en los alrededores y una cueva ocupada por un eremita. Un lugar sagrado sobre el que se levanta un templo”, narra Arlegui, para ilustrar el poder místico de la ubicación escogida para un tesoro singular.

Es obligada la mención a la división arquitectónica del templo. Aunque no se ha llegado a comprender exactamente su función, “por la arquería que recuerda a una mezquitilla podemos intuir que en sus inicios sirvió para acoger el rito mozábare”, señala. Muchos estudios coinciden en la función meramente simbólica de la reputada palmera que protagoniza el centro del espacio. Arlegui pone en valor la alegoría, de vida eterna, que “recoge y acoge a todos los fieles”.

Expolio

La ermita de San Baudelio es una joya única en el mundo, pero su reputación no solo se atribuye a su relevancia arquitectónica y pictórica. El templo no puede contemplarse en su integridad porque entre los años 1922 y 1924 se materializó uno de los expolios legales con mayores consecuencias para el arte español. Legal porque el Tribunal Supremo avaló la venta de la ermita a Leone Leví, anticuario italiano que tenía un encargo del coleccionista Gabriel Dereppe, que a su vez trabajaba para el anticuario J. Demotte.

La justicia avaló la venta de la Ermita de San Baudelio y la Ley de Monumentos no la protegió

Esa misma sentencia del Alto Tribunal confirmaba el carácter de Monumento de la ermita, y hacía referencia expresa a la obligación de una autorización del Ministerio para cualquier modificación que se intentara hacer en ella, pero las pinturas se arrancaron en julio de 1924. La Ley de Monumentos también prohibía la exportación al extranjero de todo o parte de un monumento, pero tampoco evitó que buena parte de las pinturas acabasen en EEUU.

Soria en EEUU

El expolio de San Baudelio propició que su extraordinaria belleza se pueda contemplar actualmente en el Museo de Cincinnati, la sección de claustros del Museo Metropolitano de Nueva York (The Cloisters Museum), el Museo de Arte de Indianápolis y el Museo de Bellas Artes de Boston.

Si nosotros expusiésemos como se hace en los museos de EEUU saldríamos en las portadas de los periódicos

Arlegui es especialmente crítica con la forma de trabajar de los museos americanos. “En el Metropolitan las pinturas están solas, sin su contexto ni su espacio. Y si aquí expusiésemos como están las del The Cloisters, saldríamos en portadas de periódico”. Para ella, esto es porque “no había interés más real aparte de la ostentación”. En 1957, el gobierno español consiguió cerrar el intercambio de algunas de esas pinturas por el ábside de la iglesia románica de San Martín de Fuentidueña (Segovia). Las pinturas que se recuperaron no volvieron nunca a su ubicación primitiva, sino que se custodian en el Museo del Prado.