El packaging de un vino se presenta como el ‘traje’ de presentación más allá del mero diseño gráfico de su etiqueta. Un trabajo que el Estudio de Javier Garduño ha sabido elevar a la categoría de Óscar con apuestas avaladas a nivel internacional
"Vender la primera botella es responsabilidad del diseñador; la segunda, del bodeguero”. Vivimos en la era del comercio y la imagen. Dos factores tan potentes como necesarios entre sí para destacar un producto en un mercado sobresaturado y en el que el vino no es una excepción.
Ya lo decía Jonathan Coe: “En el mercado de hoy en día es una ingenuidad pensar que se puede promocionar la obra de un artista sin contar con su personalidad”. Una frase para la vida, pero cuya efectividad corrobora el marketing. Y es que, frente a las Denominaciones de Origen con imágenes muy marcadas y definidas -una característica común en buena parte de los vinos franceses, pero también de España-, son cada vez más las bodegas que buscan diferenciarse con un diseño capaz de dotar a la botella de personalidad propia, de un alma digna de conquistar el corazón y la mente del consumidor.
La reflexión no resulta banal teniendo en cuenta que cerca del 80% de las primeras compras de impulso se efectúan en base a la imagen del producto. La atracción -que no moda- vende como bien lo sabe Javier Garduño que da nombre a su propio Estudio de Diseño. Su apuesta hace ya 20 años por emprender y orientarse al diseño gráfico le ha valido más de una treintena de reconocimientos a nivel regional, nacional e internacional, si bien son sus trabajos en torno a los vinos los que mayores alegrías les han reportado junto a su compañero Isra García.
Sus diseños han merecido reconocimientos tan importantes como los Pentawards, los ‘Óscar’ de la creatividad gráfica a los que en esta última edición han vuelto a ser doblemente galardonados con un oro y una plata, ese último por el diseño de El Alma de Gildo de Spanish Palate, dentro de la DO Toro. Ya en 2020 se alzaron con un bronce con el vino ‘Sabaria’ de la bodega Pardal y Punto (DO Arribes) que continuaba la senda trazada tres años antes con un segundo premio por L´Amphore de Bodegas Zamoranas. Un reconocimiento por partida doble al diseño zamorano que eleva la categoría de estos tintos, también de origen local.
Vende la estética pero, por encima de todo, la historia. Un packaging se presenta como un traje capaz de definir la esencia, los valores, la personalidad y el origen de la bodega y de todo buen vino que se precie. La tradición familiar, la dedicatoria a la tierra de la que surge o a la orografía del terreno sirven de base para crear un diseño elegante –la frase de Coco Chanel se convierte en el leitmotiv de este estudio- a la par que rompedor y, sobre todo, atemporal.